"Las manos sucias" de Jean-Paul Sartre se estrenó en el Complejo Teatral de Buenos Aires, que renueva su cartelera con espectáculos que siempre traen consigo un autor, un director o algún protagonista que llaman la atención. Debo indicar primero que, la actualidad que tiene el texto de éste filósofo, escritor, novelista, crítico literario y principalmente activista político, es abrumadora. El teje y desteje dentro de un partido político, una ideología, los arreglos y transiciones más por un hecho o crecimiento personal de poder que en fundamentos de los cimientos de sus ideologías.
La gran directora, Eva Halac, supo adaptarla y dirigirla en una de las salas más lindas de éste complejo, con un escenario amplio, donde lo aprovecha funcionalmente y realizando su actividad con un grupo actoral numeroso y heterogéneo.
El nombre que retumba es el de Daniel Hendler, seguramente convocante, pero para mi sorpresa quienes actúan y participan más de la puesta son los otros actores, donde sobresalen unos jóvenes y grandes promesas: Ramiro Delgado (con más de una propuesta en cartelera, siempre matizando sus personajes muy eficientemente), Guido Botta Fiora (quien hace unos juegos de espejos con Ramiro, en sus personajes, más hacia el final, muy interesantes), Flor Torrente, primera vez que la veo en un teatro oficial, lo cual festejo, en una personificación que le queda a la perfección; una especie de femme fatal, mezcla de inocencia y ambición, que junto a Guido realizan una perfecta combinación de química y fluidez actoral. Ariel Pérez de María con un personaje que le da aire y frescura a la propuesta, logrando un gran trabajo y festejado por el público. María Zubiri, Nelson Rueda, Juan Pablo Galimberti y Guillermo Aragonés cierran un equipo variopinto que funciona correctamente.
En un país imaginario se abre una "grieta" ideológica dentro de un mismo partido, generando un espiral de venganza y muerte para ganar el poder. La puesta se va desenvolviendo en una generosa duración, pasadas dos horas, que quizás le quita la fuerza y suspenso que busca generar, a pesar de ello, se sigue con interés.
Reitero "Las manos sucias" clava sus posturas en una actualidad notoria, en un pieza que empezó a ver luz (con muchos problemas) en París en 1948, eso lo hace por lo menos atrayente y motivo de análisis en cada espectador.
GUSTAVO SCUDERI
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