"Luciérnagas" -MI CRITICA-
- Gustavo Scuderi
- hace 52 minutos
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El imponente teatro Nacional Cervantes siempre nos entrega, en cualquiera de sus salas, propuestas artísticas muy interesantes, en especial en los últimos años. A la majestuosidad de la sala más grande se le agregan el clima intimista, de poética, de la sala Orestes Caviglia; en mi opinión en ella debe darse una comunión con la pieza que se presenta y este es el caso del estreno de "Luciérnagas" escrita y dirigida por Horacio Nin Uría.
"No hay género más inverosímil que la realidad" reza en un tramo el texto apenas comienza este “cuento de hadas", que fusiona a la perfección la ternura con la sátira mordaz de los claroscuros de los sistemas virreinales en las Américas.
En el siglo XVIII, un Virrey extravagante, lanza una iniciativa en Buenos Aires y crea una casa para albergar a todos los niños producto de una relación extramatrimonial o bien interraciales. Esa noción de progreso socio económico, pronto se ve empañada por los deseos propios del jerarca, los cambios políticos y otros temas personales.
Hay una particularidad que hace de esta honesta y simple (en el buen sentido de la palabra) propuesta única y de encanto, literal, la utilización de marionetas para representar a los pequeños expósitos, en especial a tres de una multitud: Francisquito 13, Antoñito 14 y Feliciana Manuela. Una mención especial y felicitaciones al diseño y realización de estos, en manos de Alejandra Farley, con la colaboración artística de Juan Ruy Cosin.
La parte actoral es excelente, otro de los aspectos positivos de la obra. La inmensa artista Paula Ransenberg, siempre funcional a las propuestas, aportándoles su propia impronta y su naturalidad para personificar, que resulta vistosa y atrayente. Lautaro Delgado Tymruk en un papel totalmente distinto a los que viene realizando como el Virrey, la rompe; con una energía, una verborragia y una expresividad interpretativa qué exceden el pequeño espacio escénico. Por otro lado, tanto Andrés Ciavaglia como Paula Staffolani, poseen la calidad para realizar un estupendo trabajo. Mencioné a los títeres, pero detrás de ellos hay unos artistas de la hostia, ya que deben lograr una simbiosis con estos, tarea para nada fácil y es tan bueno el trabajo que cuesta decidirse a quien seguir, si al actor de carne y hueso o bien a la marioneta (es ahí la riqueza del resultado). Ellos se mueven en bloque poniendo todo el cuerpo, la voz y el "alma", si bien el trabajo de Alejandro Segovia es estupendo, quedé hipnotizado por la calidez y amor que le pone Mariano Agustín Botindari a su entrañable Francisquito.
Es claro el ingenio creativo de Horacio Nin Uría, su fluidez de contenido y capacidad para unificar climas y temáticas, entregando una propuesta conmovedora e interesante con un elenco espléndido.
GUSTAVO SCUDERI
