Cuando circuló que la famosísima novela de Louisa May Alcott se presentaba nuevamente en Buenos Aires fue motivo de festejo y más alegría aun, cuando se supo que íbamos a poder conocer su versión musical directamente de Broadway. Claramente estamos hablando de "Mujercitas" una de las historias más leídas y queridas, en especial por las mujeres, pero la grandeza de ese texto es que no deja para nada afuera a los hombres. Vimos grandes versiones en el cine, en especial la versión de Greta Gerwig, quién paradójicamente luego dirigió la exitosa "Barbie".
Por lo dicho festejo la versión musical que, lamentablemente estará por pocas funciones, con una logradísima dirección general de Juan Álvarez Prado y la musical de Mariano Barreiro, quienes respetaron la puesta de Broadway, una mezcla de minimalismo, con pocos elementos de utilería y un diseño que simularía una casa de muñecas, realzada por una muy buena iluminación de Leo Muñoz.
Otro motivo de festejo y que yo especialmente celebro es incluir en los papeles de las cuatro hermanas a jóvenes actrices que se acercan a una propuesta de mayor producción y en plena Av. Corrientes, protagonizando con total soltura. El trabajo de Macarena Giraldez cómo Jo March, unos de los personajes de ficción más entrañables de la literatura, es maravilloso que la proyecta como una intérprete de musical a seguir, que no descuida ninguno de los dos aspectos fundamentales para este tipo de teatro, el actoral y el vocal. Tanto María Florencia Zapana, Aldana Eve y Carmela Barsamián como las otras tres mujercitas no desentonan, al contrario, se unen a la fuerza interpretativa de Macarena y logran diferenciar sus trabajos para bien. Pero también es un mimo poder deleitarnos con el oficio y el talento de grandes artistas con probada trayectoria, lo cual emociona: Déborah Turza, Julián Rubino, Leandro Bassano, Tiki Lovera, Bruno Coccia y Alfredo Alesandro.
En una función multitudinaria, llena del calor de seres queridos, amigos, familiares y porque no algún fan, matizado con la prensa y público general la sala del Paseo La Plaza estallaba de entusiasmo no sólo arriba del escenario sino también debajo de él.
GUSTAVO SCUDERI
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