A veces uno encuentra en la cartelera de teatro y no siempre en el circuito comercial, creaciones que tienen un halo de felicidad, no solo en su equipo sino también, en el público que acude a verla.
"Quieto", de reciente estreno, ya es una pieza que agota entradas; esto no se debe únicamente a que el teatro Nün alberga propuestas atractivas, sino que el nombre de Miguel Ángel Rodríguez de por sí provoca entusiasmo e intriga.
Miguel Ángel borda un papel ideal para él, una de esas criaturas que uno adora apenas empieza la función; los matices que le solicita el texto, su postura y simples movimientos (casi la totalidad de la obra está en un sillón) son de una calidad, introspección y ejecución perfectas. La inmediatez con el público también genera una sensación diferente, estar tan cerca de un artista popular, que realizó un sinfín de obras, cine y televisión, emociona.
Hablé de texto, primera vez que presencio uno de Florencia Naftulewicz y me encantó, la naturalidad, realidad y cercanía que se palpan en él son de destacar; su escribir está tan bien realizado que en ningún pasaje genera pesadez, cansancio o aburrimiento. Pero Florencia también protagoniza junto a Miguel Ángel y lo hace maravillosamente, su emoción genuina se presencia en el escenario y me dan muchas ganas de seguir viendo sus proyectos. La relación de los actores está bendecida por la química y sus textos fluyen y se intercalan oscilando entre la risa cómplice y la emotiva lágrima.
Bajo la mirada, contención y visión de un joven director sumamente creativo e interesante, que ya nos viene deleitando con propuestas inolvidables, Francisco Lumerman la pieza florece.
Sin todos estos comentarios no habría narración que impacte, la historia de un padre "quieto" en su soledad, en su duelo, en su tiempo y una hija que decide pararlo para que el encuentro entre ambos los sane.
"Quieto" sin lugar a duda se volverá un clásico y le auguro varias temporadas y ojalá, Miguel Ángel, pueda darnos ese tiempo de quedarnos disfrutándolo de cerca, como si fuéramos testigos de su realidad ¡MARAVILLOSA!
GUSTAVO SCUDERI
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